Yo voy a terapia, ¿y tú?
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Cinco décadas atrás, cuando los adolescentes de la época, aquella generación que hoy se encuentra sobre los 60 años, manifestaban con confusión algún tipo de síntoma asociado con malestar emocional o de salud mental eran mandados por sus padres a ocuparse de inmediato, pues se creía que sencillamente estaban “sin oficio”. Así, según cuentan con algo de asombro, les solicitaban actividades como: organizar su cuarto, leer el periódico o, incluso, contar los granos de maíz de la cocina.
Medio siglo después, y aunque, por fortuna, el panorama ha mejorado significativamente en el contexto local, y existe un mayor grado de consciencia frente a la necesidad de tratar oportunamente los trastornos mentales, todavía persiste un marcado estigma sobre quienes con valor levantan la mano para buscar ayuda profesional y encontrar respuestas a su malestar psíquico.
Y no es un perjuicio menor, ya que ese falso estereotipo de que, por ejemplo, los hombres: bajo la creencia de ser proveedores y líderes del núcleo familiar, “no deben” manifestar sus emociones, pues esto los haría ver débiles y les quitaría legitimidad a su estatus social, ha llevado a que cientos de miles de hombres callen y repriman sus emociones, lo que a la larga agudiza sus enfermades mentales.
Esto, entre otros factores, ha generado que en Colombia, de acuerdo con el Dane, se haya llegado a la delicada estadística de que 8 de cada 10 suicidios sean cometidos por hombres, un dato que evidencia un serio problema de salud pública y que invita a un cambio urgente en la manera en la que nos estamos aproximando a la salud mental.
En el caso de las mujeres, lamentablemente, la situación no es muy alentadora. Si bien ocupan una porción minoritaria en los suicidios a nivel nacional, la Encuesta Nacional de Salud Mental (Ensm) evidenció que por cada hombre que intenta quitarse la vida, cerca de dos mujeres lo intentan; el asunto, de acuerdo con hipótesis de algunos expertos, podría tratarse en la efectividad de los métodos que se utilizan según el género.
En ese sentido, para que estas cifras no sigan aumentando, para que padecer un trastorno mental no sea un padecimiento sin salida y, sobre todo, para que ir a terapia no sea motivo de vergüenza o de burla, se hace primordial que como sociedad empecemos a combatir el tabú de asistir al especialista de salud mental.
La decisión de reconocer que algo internamente no está bien y de que sin ayuda externa no se podrá superar ya es, por sí sola, dolorosa y difícil de tomar, no hace falta que como ciudadanía la hagamos más compleja de lo que es. Un simple chiste, por más inofensivo que parezca; un comentario no pedido o, incluso, una mirada inculpadora, pueden ser suficientes para desalentar a alguien de buscar asistencia profesional.
Por esta razón, con la intención de que dar ese primer paso sea cada vez más sencillo, es que en Selia, como startup especializada en salud mental -que con tecnología permite terapias virtuales entre especialistas certificados y pacientes-, decimos abiertamente “yo voy a terapia”, pues sabemos que hacerlo nos ubica en la dirección correcta hacia una mejor calidad de vida, bienestar y equilibrio interior. Por esta razón, yo voy a terapia, ¿y tú?
*Las opiniones expresadas en las columnas son responsabilidad exclusiva de los autores, y no representan el punto de vista ni la posición del Canal 1.